1490 KM recorridos en 11 horas en Planeador.
En un día que parecía normal, dos intrépidos pilotos desafiaron los límites del vuelo sin motor partiendo de la ciudad de Zapala, provincia de Neuquén Argentina.
Facundo Colligo, destacado piloto e instructor del Club de Planeadores Cutral Co, nos cuenta cómo junto a su compañero Alejandro Pettenazza, experimentado piloto del Club de Planeadores Tandil, emprendieron un viaje que desafiaría las expectativas.
En el año 99, comenzaron a realizarse los primeros vuelos de 1000 km en Argentina, específicamente en nuestra cordillera neuquina. En aquel momento, un alemán llamado Klaus Olhmann comenzaba a tener sus primeras experiencias en Argentina y a realizar este tipo de vuelos, que años más tarde terminarían rompiendo muchos récords mundiales, llegando incluso a realizar un vuelo de 3000 km. En ese año, pensar en un vuelo de 1000 km era toda una hazaña, y desde un punto de vista personal, lo veía como algo muy difícil de lograr.
La temporada de vuelo en onda venía muy floja, y en los pronósticos meteorológicos se visualizaban muy pocos días de onda. Sin embargo, hacia el final de la temporada, comenzamos a ver buenos pronósticos y un día en particular se presentaba ideal para realizar este tipo de vuelo.
Junto con Alejandro, comenzamos a analizar la información de Skysight (un software de meteorología aplicado para vuelos a vela) y a planificar para salir a volar con su Arcus M, despegando desde Zapala.
Viajé la noche anterior al vuelo hasta Zapala y luego de compartir una cena con él, nos fuimos a dormir temprano para estar a primera hora en el aeródromo y lo más descansados posible. Personalmente, ya había realizado varios vuelos en onda de montaña, pero sabía que este en particular sería distinto debido a su duración, y desde un principio planeábamos alcanzar los 1000 km. Afortunadamente, la ansiedad no me jugó una mala pasada a la hora de dormir, así que tenía la tranquilidad de estar descansado.
Para aclarar algunas cuestiones propias del vuelo, la planificación era fundamental. Nuestra idea era conectarnos rápidamente con la onda de montaña y tratar de volar entre el norte de San Martín de los Andes y el norte Neuquino, donde se encuentran las mejores condiciones y además hay aeródromos que podemos utilizar como alternativas ante alguna necesidad. El planeador era un Arcus M, biplaza de 20 metros de envergadura y equipado con todo lo necesario para este tipo de vuelo, incluyendo una computadora de vuelo, 3 sistemas de oxígeno, transponder y equipo de seguimiento satelital desde tierra, es decir, todo lo necesario para garantizar la seguridad de este tipo de vuelo.
Luego de preparar el planeador y verificar todos los sistemas, nos aprestamos a equiparnos nosotros. Dada la altitud a la que íbamos a subir, el frío alcanzaría los 30 grados bajo cero, ¡lo cual es bastante! Por eso, debemos llevar equipo especial de abrigo. Después de esto, subimos al planeador, repasamos nuevamente los procedimientos de despegue, la planificación del vuelo, los sistemas, la ropa, la comida, etc. Es muy importante no olvidar nada, porque olvidarse algo significaría desperdiciar un vuelo en una condición que se presenta solo unos pocos días al año.
Y a partir de ese momento, no hubo vuelta atrás. Eso fue lo que pensé cuando cerramos y aseguramos la cabina. Afortunadamente, el despegue fue con viento en calma, algo que rara vez sucede, pero que realmente facilitó todo el proceso de preparación, ya que el viento complica mucho el movimiento del planeador en la pista. Despegamos directamente hacia la onda de la sierra de Catan Lil, cruzando por el medio algunos rotores. Los rotores son sistemas de turbulencia a baja altura que se generan por el efecto de la onda de montaña. Afortunadamente, en Zapala, suelen no ser turbulentos, lo cual es un factor importante y nos permitió disfrutar de este vuelo despegando desde Zapala sin tener problemas con ellos.
Después de 15 minutos de motor, llegamos a un rotor sobre la onda primaria, motor en off, lo guardamos y comenzamos a subir. Para que los pilotos de planeador tengan una referencia, esto fue similar a virar una térmica en nuestros clubes. Hubo algo de turbulencia, un viraje cerrado y cuando se volvió completamente laminar, comenzamos a surfear la ola. Alejandro me cedió los controles del planeador y mientras él desayunaba, comenzamos con el vuelo. Alcanzamos una buena altitud y a partir de ahí, proa al norte hacia la majestuosa cordillera del viento.
El día se presentaba con un cielo completamente azul, pero por suerte Skysight nos informaba sobre las posibles zonas de ascenso. Esta herramienta seguramente marcará un antes y un después en los vuelos en onda de montaña. Uno puede cargar el pronóstico en la computadora de vuelo y para días como estos, realmente mejora mucho la seguridad para evitar los descensos de la onda. Si uno se encuentra con estos descensos, se pierde altura muy rápidamente y es muy fácil desconectarse de la onda, especialmente teniendo en cuenta que la cordillera tiene muy pocos lugares para aterrizar.
Llegamos a Loncopué con buena altura y decidimos hacer el cruce hacia la cordillera del viento. El cruce podría presentar algunos desafíos, ya que es un tramo de aproximadamente 120 km donde no hay una montaña que genere onda y debajo no hay lugares para aterrizar. Con buena altura, hicimos el cruce y llegamos bien. Desde este punto, pudimos apreciar la belleza y la extensión de nuestro norte neuquino. Ver el Volcán Domuyo, Tromen y la zona de Varvarco fue realmente impresionante. Alejandro tomó el control del planeador y tomé mi desayuno, que consistía en unas barritas de cereal con un poco de agua y caramelos. Sin dudas, ese desayuno tal vez fue uno de los mejores de mi vida, ya que estaba en un planeador disfrutando de esas vistas increíbles.
Traté de no distraerme demasiado y volví a enfocarme en el vuelo. Decidimos pasar la cordillera del viento e ir un poco más allá del límite con Mendoza, viendo la cara este y noreste del Domuyo. Era imposible no mirar hacia afuera y contemplar la naciente del Río Colorado, además de sorprenderse por la cantidad de lugares inaccesibles que presenta ese lado tan escarpado de la cordillera.
Posteriormente, decidimos regresar hacia el sur, específicamente hacia la sierra de Catan Lil. Retomamos el mismo camino utilizado anteriormente, donde conocíamos las áreas de ascenso y descenso. Llegamos casi sin problemas hasta Las Coloradas/Fortín 1° de Mayo y luego volvimos al norte. Para ese momento, eran alrededor de las 13:30 horas, y en superficie nos dimos cuenta de que corría tierra y por ende viento. En altitud, la computadora marcaba vientos del oeste de 130/140 km/h, lo cual es considerable.
En dirección al norte, decidimos esta vez no cruzar hacia la cordillera del viento y volar por delante de ella. Una vez más, los paisajes eran increíbles. Llegamos a Las Ovejas y desde allí volvimos nuevamente al vértice sur de la sierra de Catan Lil. ¡Sobre Las Lajas, la computadora de vuelo nos indicó que habíamos recorrido 1000 KM!
Los 1000 km habían llegado, y en ese momento para mí era solo un número más, pero después en tierra, no olvidé ese momento. Aún había que mantenerse concentrado en el vuelo, y aquí comenzaba el factor de concentración. Ya habían pasado 8 horas de vuelo y empezaba a notar algunos síntomas de cansancio. Continuamos hasta el sur de Zapala, y con Alejandro decidimos hacer un último tramo hacia el norte. Para mí, los 1000 km ya estaban cumplidos, pero el día invitaba a seguir.
De nuevo, con rumbo al norte, siendo casi las 18:00 horas, el frío se hacía más intenso. Llevaba unas plantillas calefaccionadas, pero la batería se había agotado. Llegando a Caviahue, le comenté a Alejandro que el frío me estaba ganando la batalla. Sucede que, en el asiento delantero, los pies están a la sombra del tablero y además, entra aire por el gancho de remolque. Hasta ese día, siempre había encontrado soluciones parciales al frío en los pies, pero esta vez, se volvió insoportable. Además, se sumaba a todo esto el hecho de que estábamos en un asiento con muy poca movilidad, debíamos llevar cánulas en la nariz para suministrarnos oxígeno y el eventual momento en que necesitáramos ir al “baño” (para esto, usamos bolsas selladas tipo ziploc).
De todas maneras, ya estábamos al final del vuelo. Regresamos a Zapala y aterrizamos con casi 60 km/h de viento, pero sin novedad. Afortunadamente, Naty (mi esposa) y mis hijas nos esperaban ansiosamente en la pista para recibirnos y ayudarnos. Después de 11 horas de vuelo y 1490 km recorridos, bajamos del planeador lo más despacio posible y yo me metí en el auto con la calefacción para recuperar la temperatura corporal. Las chicas se encargaron de llevar el planeador hasta la plataforma del aeródromo, lo atamos y ya relajados, tomamos conciencia del vuelo increíble que habíamos realizado.
Como reflexión, para cualquier piloto de planeador es un sueño cumplido, ya sea por las condiciones de vuelo como por los paisajes que se contemplan. Suma mucho también el hecho de hacerlo sin motor y aprovechar las corrientes de aire ascendente que genera nuestra hermosa Cordillera de los Andes, y más aún nuestros Andes neuquinos, que consideramos el mejor lugar del mundo para volar. Este tipo de vuelo presenta grandes desafíos para cualquier piloto. Es muy importante la planificación, la seguridad, el entrenamiento como piloto, conocer la zona, los lugares aterrizables, etc. Además, los vuelos largos, el frío y las condiciones meteorológicas son muy exigentes desde el punto de vista mental y uno termina el vuelo con un gran cansancio en este sentido. La experiencia juega un papel importante, tanto en la planificación como en las acciones del vuelo, así como también en la gestión del cansancio. Alejandro ya tiene varios vuelos de 1000 km y ha manejado muy bien este aspecto, y desde mi perspectiva, a medida que realizamos este tipo de vuelos, voy mejorando en este sentido.
Seguramente vendrán más vuelos de 1000 km, y ojalá que pueda ser de la mano de pilotos de Argentina y más precisamente de nuestra zona.
Facundo Colligo, Club de Planeadores Cutral Co.